Honestamente, no sabía como empezar este texto, pero el título me estaba retumbando desde hace meses en la cabeza cuando un día que caminaba por el supermercado me encontré con una portada de Vogue que estaba para llorar. El abrirme a hablar de este tema de igual forma podría generar opiniones negativas acerca de mi percepción de la moda pero creo que es mi trabajo como redactor de tendencias que mis opiniones puedan llegar a otros, al fin y al cabo, lo que escribo en esta plataforma siempre es de manera subjetiva y puede no representar el pensamiento de muchos.
Aún recuerdo aquellos gloriosos años de secundaria donde mes con mes corría a una revistería cercana a mi casa y adquiría Vogue. Era el medio más confiable para leer las últimas noticias de moda ya que en internet todavía no existían plataformas que se dedicaran 100% a alimentarnos de aquello que hoy es nuestro pan de cada día. Lo que realmente disfrutaba de adquirir la revista es que estaba 100% enfocada a pasarelas, tendencias, editoriales, belleza, diseñadores emergentes y colecciones.
Sin embargo de un tiempo para acá –uno muy largo honestamente– dejé de sentir la misma pasión por dicha revista y comencé a voltear a ver otras opciones. Vogue vive de la gloria de su pasado, no importa que tanto se reinvente, ahora parece más un libro inmenso de publicidad que no desea moverse de su zona de confort y hacer algo más que ofrecer alguna que otra buena editorial. Todo se trata de las ediciones… “La edición de Kendall Jenner”, “La edición de Jennifer Lawrence”, “La edición de Lady Gaga” y cualquier otra celebridad que este pasando por sus quince minutos de fama. Lo que realmente me hizo no querer volver a comprar la revista es que le dieron un peso muy importante a otros temas como noticias de celebridades (las mismas de siempre, por cierto), sexo, entrevistas sin sentido y un sinfín de cosas que a mi parecer deberían de estar fuera. No estamos comprando una revista de chismes ni queremos saber cuáles son las posiciones más candentes para el verano: queremos consumir moda.
Y sí, si comprendo perfectamente que los tiempos están cambiando rápidamente y que la revista necesita tener algo atractivo para poder vender, pero por favor, tener a Kim Kardashian y a Kanye West sólo porque la mayoría de la población los conoce por sus fotografías irrelevantes y semidesnudos en internet, no es la respuesta. (Y aquí es donde podemos darnos cuenta que bajo presión, cualquier persona accede, sino pregúntenle a Anna Wintour.)
Lo he dicho una vez y lo voy a decir un montón de veces más, en mi humilde opinión, Vogue se ha vuelto “una más” entre el montón de publicaciones que existen en la actualidad, una revista redundante que carece del buen contenido que tenía antes y que está cavando su propio hoyo hacia un futuro no muy prometedor. Vogue ya no es una voz para la moda, ni para los diseñadores emergentes, ni para las pasarelas más esperadas del año y pierde un peso importante al crear una batalla inexistente entre influencers, bloggers, editores de moda y nuevos talentos a los cuáles han llamado “sin lugar en el mundo de la moda” sólo por no tener una trayectoria ancestral dentro de la industria.
Un renacer es lo que a mi parecer necesita la revista, algo que la haga relevante de nuevo. Por lo pronto seguiré esperando ese momento y husmearé por sus plataformas digitales en busca de noticias de verdadera importancia y sus galerías, que son lo único bueno que aportan para mí en este momento.
Hiram Pinto.